SOBRE EL AMOR



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-Maestro, ¿Qué es el Amor?

– La ausencia total del miedo, respondió el Maestro.

– y ¿A qué tenemos miedo?, preguntó el alumno.

– Al Amor

Podríamos decir que lo que caracteriza al Amor es la incondicionalidad, y aunque parezca obvio, conviene señalar que la incondicionalidad es la ausencia total de condiciones.

Y ¿Cómo puede amar un “yo” que sólo existe en función de una comparación? ¿Cómo puede no poner condiciones un “yo” que necesita unas condiciones para su existencia?

¿Cómo puede Amar un “yo” que tiene que defenderse, que protegerse? ¿Cómo no poner límites si su propia integridad está en peligro?

La incondicionalidad (el Amor) es imposible para quien vive referenciado en el exterior, porque por definición necesita poner unas condiciones a ese exterior para que siga sosteniéndolo.

La ausencia de condiciones es la sentencia de muerte de ese “yo” y todo su mundo condicionado basado en lo que debe ser y lo que no debe ser, en proteger lo bueno y condenar lo malo. El Amor incondicional no distingue entre bueno y malo, todo lo permite y no tiene pretensiones, y decir todo, es decir TODO, nada queda excluido.

¿Qué queda de este mundo ante este Amor inmune a los ataques y a los elogios?

Un mundo que nace y se nutre del contraste y de la oposición, se desintegra en una conciencia incondicional, ese es el gran poder del Amor. Ante este poder no es raro sentir un estremecimiento que si lo llamamos por su nombre no es otra cosa que miedo, ¡Hay tantas cosas que no caben en nuestra bien intencionada cabeza llena de juicios! ¡Tantas cosas que no caben en nuestra vida!

Es el momento de empezar a hacer sitio, de reconocernos en esa espaciosidad consciente donde todo cabe, de atrevernos a Amar, es la única transformación real, todo lo demás sólo son distintas versiones de lo mismo.

¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ NACIMIENTO!

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CAMBIO DE REFERENTES INTERNOS

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Cuando se cambia de nivel de conciencia, cambian los referentes internos, y esos referentes están en relación con la noción de identidad, el “yo” alrededor del cual se construye y desde el que se vive. Esto tiene consecuencias directas en la vida cotidiana.

             El yo mental, el ego, se caracteriza porque es exterior-dependiente, siempre busca la aprobación y el reconocimiento, y sólo existe en comparación con algo que está fuera, se alimenta del deseo, da igual cual sea el contenido de este, lo que le mantiene vivo es el hecho de desear, hasta el punto de no concebir la vida sin deseos, aquello que se dice “si no deseas nada estás muerto”, es cierto, en ausencia de deseos, el ego muere, sólo el ego.

            Cuando vivimos desde este “yo”, nos sentimos víctimas de las circunstancias, hablaremos de los que tienen suerte y los que tienen mala suerte, y estaremos siempre persiguiendo unas condiciones ideales que nunca llegan. Siempre encontraremos a quién culpar o a quién responsabilizar de lo que nos pasa, y nos sentiremos obligados a vivir como manden las circunstancias. Nos convertimos en un reflejo del exterior, si el exterior es favorable, me sentiré bien, si es desfavorable me sentiré mal, y es implanteable e inaceptable que yo pueda sentirme bien si las condiciones son adversas.

            El ego además tiene una necesidad constante de protegerse, el miedo siempre está presente, como su existencia surge de una comparación, será una necesidad constante ser más que lo otro, y da igual el contenido, solo importa la cantidad, “yo más”, el más listo, el más hábil, o el más enfermo, o el más malo…. De lo que sea, “yo más”,  ya que si no el ego mengua, se empequeñece.  No se trata por tanto de cambiar los contenidos y pasar a querer ser el más espiritual o el más iluminado, seguiría siendo el ego el referente; hay que descubrir la estructura íntima del yo-mental, hacerla consciente para poder trascenderla y salir de las reglas de su juego.

El ego se sitúa frente al mundo y necesitará defender sus posiciones constantemente, por lo que vive con una gran tensión. Todo tiene que estar bajo control. Es la propia estructura del ego la que engendra el sufrimiento, y toda la tensión de la vida. Cada mañana nos levantamos con nuestro ego de protagonista y vamos al campo de batalla, donde tenemos que demostrar continuamente lo que valemos, defendiéndonos de todas las amenazas externas que ponen en peligro nuestra imagen o atacan a nuestra dignidad, tenemos que dar la talla en nuestras actuaciones, tenemos que responder a las expectativas de unos y de otros , tenemos que controlar todo aquello que pueda llevarnos a dar una imagen errónea de nosotros mismos, tenemos que asegurarnos el cariño de unos, la admiración de otros, la aprobación de casi todos, porque en cualquier momento todo puede irse al traste… Y así un día y otro día, unas veces las cosas van mejor, otras peor… El sufrimiento está servido.

            El yo “superior” en cambio, vive con independencia del exterior, no son las circunstancias las que determinan cómo tiene que vivir, sino que tiene la capacidad de elegir, es consciente de que la respuesta depende de él, se responsabiliza de sus experiencias y por tanto puede liberar al exterior de la obligación de hacerle feliz. 

No necesita ser reconocido, se apoya en sí mismo, no entra en competición ya que su noción de SER no surge del contraste o de la oposición, tiene conciencia de que no puede ser menguado ni dañado, lo que le da una gran libertad.

Vive en el presente, por tanto no necesita desear para sentirse ser, cuando se vive intensamente, no queda sitio para el deseo.

Se descubre uno con el mundo en lugar de uno frente al mundo, y esto le lleva a una comprensión natural, no forzada, que surge espontáneamente fruto de una visión más amplia.

            No necesita controlar nada, se siente cómodo en la incertidumbre,  confía en el Propósito Universal, sabe que todo es como debe ser. Es creativo en sus respuestas porque no está condicionado ni por el peso del  pasado ni por las expectativas del futuro, simplemente vive ahora, expresa ahora, ES ahora.

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ESTAR EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO

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Cada vez parece más evidente y está más refrendado por la investigación científica que lo que llamamos realidad, no existe sin un observador que la sostenga. Por todos lados nos dicen que la vida que vivimos es la vida que estamos creando, pero sin embargo una y otra vez parece que las evidencias nos aplastan, vemos las noticias, oímos a los políticos, un amigo nos cuenta su historia, dramática y triste, al vecino le desahucian…

¿Dónde queda el poder creador,  la intención del observador…? ¿Quién va a querer vivir esa vida? Parece que tuviéramos que cerrar los ojos a la desgracia humana que nos rodea.

La cuestión es que por ahí van los tiros, pero no se trata de cerrar los ojos, sino de abrirlos bien y mirar de otra manera. Estar en el mundo sin ser del mundo, es decir, estoy aquí, veo lo que ocurre, pero no caigo en la trampa de la oposición o la resistencia, tampoco en el victimismo o el conformismo, al fin y al cabo no son más que las dos caras de la misma moneda, sino que por el contrario asumo la responsabilidad del observador que está sosteniendo esa realidad y opto por dejar de sostenerla y movilizar mi potencial creativo.

No es un pensamiento, es toda una alquimia interna, es un modo de estar, sentir pensar, es un cambio de percepción que me hace ver las circunstancias como oportunidades, no hay espacio para la queja ni para el juicio, estoy aquí pero uso otras herramientas, estoy en el mundo pero no soy del mundo, por eso no puedo esperar que el mundo me comprenda, sin embargo, yo sí comprendo al mundo, puedo ver que todo tiene un sentido, cumple un papel dentro de un paradigma aceptado por muchos, y esto es lo que me permite elegir otro paradigma, sin necesidad de enfrentarme a nada, de exigir que los otros cambien… conecto con mi potencial creativo, descondiciono mi mirada, es decir, no me quedo con la explicación fácil de lo que veo aunque esté consensuada por la mayoría, hay otras informaciones disponibles, solo tenemos que querer verlas.

El viejo mundo lucha para sostenerse machacándonos con la misma información de mil formas distintas, pero cada vez hay más gente con otra visión, hay más gente que ya son de “otro mundo”, y esa es la transformación, silenciosa pero imparable, porque cuando somos capaces de sostener esta nueva actitud interna entonces el exterior empieza a adecuarse.

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INCONSCIENTE

 

Estamos es esa etapa que dicen del fin de los tiempos, o dicho de otra forma el fin de la apertura temporal, es decir hay que ir “terminando las tareas” y volver a casa.

Es por eso que en este tiempo todo tiene que salir a la luz, hay que aligerar la carga y ventilar los rincones. Hay una necesidad de sanear, de poner luz, de aligerarse… hay que volver a lo simple, liberar memorias para dejar de repetir y repetir experiencias, ya está todo experimentado de mil formas distintas y ahora ya simplemente hay una necesidad de SER, sin más finalidad, sin más añadidos, no se trata ya de “llegar a ser tal o cual cosa”, sino simplemente SER, aquí y ahora, sin tener que cumplir ningún requisito, sólo SER.

Esta necesidad es una demanda colectiva que crea las respuestas, y entonces surgen las herramientas, cada vez más sencillas, cada vez más directas, y cada vez más disponibles y de más fácil acceso.

En este marco surge la bioneuroemoción y se brinda al mundo en la red. Para su aplicación no necesitas aparatos sofisticados ni ningún tipo de soporte externo, basta con tu apertura para recibir la información y tu disponibilidad para aplicarla. No hay que esperar a que cambien las estructuras sociales o a que los políticos tomen medidas especiales… depende sólo de ti.

Pero todavía más simple el punto cero del que nos habla Alejandra Casado y todavía más simple la memoria cero del ho’oponopono del que nos habla el Dr. Hew Len.

Todo nos lleva al mismo sitio….. al PRESENTE, hay muchos caminos, pero todos confluyen Aquí y Ahora, en este no-tiempo, en esta eternidad Presente, en este fin de los tiempos.

 Os dejo el links, de una canción.

canción del inconsciente

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PRESENCIA

 

¡Qué sólida la montaña!

Parece que se mantuviera inmutable, insensible al tiempo, invariable. Sin embargo, hoy mirándola, he descubierto su fragilidad, su forma cambiante, su movilidad, su inconsistencia.

            Hace mil, dos mil, quince mil años… ¿cómo era la montaña?, y ¿qué son esos años en la eternidad?

Y más aún, ¿cómo era la montaña el año pasado, la estación anterior?

¡Qué distinta, en verano crujiente y florecida, en otoño entre parda y gris, en invierno blanca, en primavera húmeda y verde …!

Y más aún, ¿cómo era la montaña ayer? ¿y esta mañana, cuando despertó el brillo del rocío con los primeros rayos de sol?

¿Cómo es ahora, en esta tarde anaranjada y serena cuando la miro?

¿Cómo será dentro de un momento, cuando el sol se oculte y se cubra de sombras?

 

¿Cómo veo la montaña cuando la miro desde aquí y me recreo en sus colores, en sus formas…?

¿Y cómo cuando quiero pasar al otro lado y sus pendientes se me muestran cada vez más grandes, obstáculos insuperables que alimentan mi cansancio?

¿Cómo veo la montaña cuando me refugio en ella buscando el silencio sonoro, la soledad elegida, y ella me acoge cálida en sus laderas, mostrándome sus senderos y sus refugios secretos?

¿Y cómo cuando me pierdo entre sus bosques y no veo la cima ni el valle, sino sólo las sombras amenazantes y hostiles?

 

Todo cambia, nada permanece, cambia la montaña ante mis ojos, y cambian mis ojos ante la montaña. Cada momento es distinto, su presencia y mi presencia.

Puedo permanecer inmóvil ante la inmovilidad de la montaña, sin embargo, ninguna de las dos inmovilidades permanece igual.

Percibimos y ofrecemos de forma distinta cada segundo.

La vida fluye, fluye constantemente, nace y muere al mismo tiempo, se crea y se destruye, da y recibe…

¿Por qué empeñarnos en hacer permanente lo que es cambiante por naturaleza?

 

Sin embargo, intuyo que más allá de la montaña y de mis ojos, de su forma y de la mía, del tiempo y del espacio, está la Presencia inmutable, la felicidad completa, lo que no tiene principio ni fin, que no nace ni muere, que no se crea ni se destruye, la ausencia absoluta y la presencia total, el vacío y la plenitud, la nada y el todo.

 

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LLAMADME POR MIS VERDADEROS NOMBRES

 

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No digas que partiré mañana:

A pesar de todo puedo llegar hoy.

Mira profundamente: cada segundo estoy llegando

A ser capullo de una rama primaveral,

A ser un diminuto pájaro en mi nuevo nido,

A ser una oruga en el corazón de una flor,

A ser una joya que se oculta en una piedra.

A pesar de todo llego, para poder reír y llorar;

Para sentir miedo y esperanza.

El ritmo de mi corazón es el nacimiento y

La muerte de todo lo que está vivo.

Soy un insecto que se metamorfosea

En la superficie de un río.

Soy el pájaro que se abate

Para engullirlo.

Soy la rana que nada felizmente

En la clara agua de una laguna.

Soy la culebra que silenciosamente

Se alimenta de la rana.

Soy el niño de Uganda, mis piernas

Son tan delgadas como cañas de bambú.

Y soy el comerciante de armas

Que vende mortíferas armas a Uganda.

Soy la niña de doce años

Refugiada en un pequeño barco,

Que se lanza al océano

Tras ser violada por un pirata.

Y soy el pirata,

Mi corazón es aún incapaz

De ver y amar.

Soy un miembro del politburó

Con inmenso poder en mis manos.

Y soy el hombre que debe pagar

Su “deuda de sangre” a mi pueblo muriendo

Lentamente en un campo de concentración.

Mi alegría es como la primavera, tan cálida

Que hace brotar las flores por toda la Tierra.

Mi dolor, como un río de lágrimas,

Tan vasto que colma los cuatro océanos.

Por favor, llamadme por mis verdaderos nombres,

Para poder oír al instante todos mis llantos y risas,

Para poder ver que mi alegría y mi dolor son una unidad.

Por favor, llamadme por mis verdaderos nombres,

Para poder despertar

Y dejar abierta

La puerta de mi corazón,

la puerta de la compasión.

                                                                             Thich Nhat Hanh

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LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA DEL AMOR

“ No es mi acción lo que afecta y transforma el mundo, sino la vibración de esa acción. Para cambiarme y cambiar lo que me rodea necesito de un “poder”, es el nivel de vibración con el que surge, se ejecuta y resuena aquello que hago. La manifestación de ese poder, es más un “contagio” que una actividad.

Cuando el soporte material no visible de cada una de mis aciones visibles es una vibración superior de alta frecuencia y luminosidad, todo mi hacer y vivir pulsan en el latido de la armonía. Mi acción cuando se sostiene en altas e intensas vibraciones armónicas, ejerce un efecto físico real de resonancia y homeostasis sobre la materia-energía de lo real: cuando una vibración armónica y elevada se instala en medio de la disarmonía, resuena en ésta y la afecta haciéndole subir de frecuencia en un impulso irreprimible e inevitable de “igualación” y equilibrio.

Una persona serena y pacífica, si su estado no es mera mueca superficial, sino un nivel elevado de conciencia firmemente arraigado y asentado, tiende a serenar y pacificar los medios conflictivos y agresivos.

Una persona que asienta su actitud vital de coherencia, en la sintonía con las vibraciones de lo Alto, es un disolvente de injusticias, un reconstructor de armonías, un generador de belleza.

Las mayores revoluciones suelen ser las más silenciosas y minuciosas, y siempre operan en el “adentro” de la realidad, no en su silueta, en sus formas más epidérmicas y superficiales. Es por tanto algo que se hace poco a poco, poco a poco. Porque todos y cada uno de los elementos de esa realidad han de ser recuperados, transformados, redimidos… desde el corazón y no sólo en su pellejo.

Por eso el Amor, al ser la vibración más elevada y poderosa, es el arma revolucionaria más efectiva y fulminante. Nada de lo que se haga que no contenga un mínimo de vibración amorosa sirve para nada, transforma nada.”

Desconozco el autor                        

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INTEGRAR LOS OPUESTOS

A veces no acabamos de comprender por qué existen ciertas cosas, por qué ocurren determinados acontecimientos, pensamos que la vida se vuelve loca (como si la vida fuera a parte de nosotros).

 Durante siglos hemos aprendido a resistirnos para afirmarnos, es decir, la ilusión de ser algo o alguien separado se fortalece cuanto más me opongo, es una de las características del estado de conciencia mental, de ahí que esa necesidad de oposición se exprese como la necesidad de “tener razón”, ceder es como renunciar a uno mismo.

Sin embargo, estamos aquí para experimentarnos, para vivir el contraste, para integrar los opuestos, por eso cada vez que adquirimos un conocimiento, una comprensión, cada vez que ampliamos nuestra visión, la vida nos va a poner situaciones para que contrastemos, para que experimentemos esa comprensión, ese conocimiento y así lo traigamos a esta dimensión densa.

Para que no se quede en una experiencia sutil de luz y amor y tome forma concreta surge la circunstancia opuesta (que no es más que nuestra vieja creación) para ser integrada, vivida desde esa nueva visión,y  entonces y sólo entonces esa conciencia entra en este mundo denso y lo transforma.

Cuando se abre en mí un espacio nuevo de conciencia comienzo a vibrar en otra frecuencia. Entrar en contacto con niveles vibratorios distintos me da la oportunidad de experimentarme y ver si soy capaz de sostener esa vibración.

Mira pues la circunstancia que estás viviendo con otros ojos, no es una casualidad que esté ahí, no te dejes arrastrar por “lo de siempre” aplica el conocimiento, la intuición y el sentimiento de tus momentos más lúcidos y déjate sorprender.

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COMO ES DENTRO ES FUERA

Cada día la vida nos pone delante aquello que tenemos que vivir para experimentarnos. Cada situación, cada acontecimiento, cada silencio, cada sonido, cada instante… nos ofrece la oportunidad de despertar.

Buscamos señales, experiencias, algo especial que nos abra los ojos, sin darnos cuenta que el milagro está aquí, que el milagro es vivir este instante.

Lo de dentro lo recreamos en el exterior, así que cuando miramos fuera solo vamos a ver lo que nuestro “dentro” nos permite,  podemos verlo como algo ajeno o podemos aprovechar la oportunidad que nos brindan las circunstancias de vernos a nosotros mismos con cierta distancia.

El mundo no es algo hecho y terminado que está ahí fuera esperando que lo exploremos, sino que por el contrario se está creando en cada instante y ésta es nuestra responsabilidad. Podemos sostener creaciones antiguas, resistirnos al cambio, empeñarnos en mantener un mundo que ya está inventado,  o ser agentes de trasformación a través de la forma en la que vivimos, a través de la energía que emanamos, a través de nuestras acciones,… simplemente atreviéndonos a ser más y más nosotros mismos más allá del papel que representamos, de las etiquetas que tratan de definirnos,  simplemente eligiendo el Amor en vez del miedo.

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AQUI Y AHORA

El otoño, con su actividad ordenada, con su invitación a la pausa, me trae de nuevo a la red. Se pasó el verano en el que pensé hacer muchas cosas que no hice y en el que hice muchas cosas que no pensé, y ahora estoy aquí, donde siempre he estado, en el único lugar posible donde se puede estar, aquí y ahora.

 No siento la tentación de hacer balance, ni tampoco de hacer proyectos, bástale a cada día su afán, como dijo alguien.

Este otoño, “este”, me invita simplemente a estar aquí, y aquí estoy como no podía ser de otra manera, respiro, escribo, oigo el sonido del agua fuera, un perro ladra, papeles sobre la mesa, una ventana abierta, un teléfono sonando en algún lugar… y sobre todo este espacio silencioso y eterno de donde brotan las palabras, la respiración, el sonido del agua, el perro, la mesa y los papeles, este cuerpo,…

 Este otoño, como el verano, como la primavera y el invierno, sobre todo me está invitando a VIVIR.

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