El verano, entendido como el gran periodo vacacional, se acerca a su fin. Septiembre amenaza con sus horarios, sus rutinas, sus inicios de cursos, de actividades, sus días un poco más cortos y un cierto orden que irá consolidándose poco a poco.
El ciclo interminable de las estaciones, la expansión y el repliegue, la salida hacia el exterior y el retorno adentro, la recogida de la cosecha y la siembra, intercalados ambos extremos por periodos de transición que a veces son de búsqueda, a veces de espera paciente, a veces de intuiciones a las que habrá que dar forma.
Más allá de los ciclos del verano o del invierno, yo acudo cada día a mi cita mañanera con el Silencio, con el alma más o menos abierta. Y sin poder evitarlo espero inspiraciones, soplos sutiles que me hablen del Misterio y lo vayan desvelando poco a poco, chispas de vida que siembren entusiasmo en mi corazón. Y a veces ocurre y otras, el Silencio calla, solo una respiración se eleva y desaparece, una respiración sin verano, ni otoño, ni invierno, ni primavera… un latido suspendido en el Silencio, sin tiempo, sin luces ni oscuridades….
Pero la mañana apremia y trae con ella sonidos, movimiento, quehaceres, invitaciones a ser tiempo … entonces la respiración se viste de verano tardío o quizá de otoño adelantado, guardando dentro al Silencio que calla.
Sin saber qué ni por qué, algo reconoce la Vida ahí, siente una llamada, un guiño y responde con un ofrecimiento:
…………………………………………Aquí estoy
………………. ____________________Sea
…………………………____________________Hágase
……………………………………….____________________Sí
Un instante sagrado que marca el día (porque la vida nunca rechaza un ofrecimiento) y metida de lleno en el tiempo me visita el olvido y el Sí es relegado y recordado mil veces en un solo día mientras el Silencio guardado se desliza en lo invisible y actúa…. sí, actúa… misteriosamente, imperceptiblemente …actúa…