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Dentro del útero materno, primero flotaba en un espacio inmenso para mí. Envuelta en oscuridad sin ojos que la vieran no necesitaba más luz, me bastaba con sentir ese mar cálido que me envolvía.
Poco a poco fui creciendo, preparándome para algo que desconocía, fuera de allí no existía nada, salvo intuiciones vagas de un mundo más allá. Quizás una voz cálida que parecía hablarme de amor, quizás sólo el deseo de que esa voz existiera y el sueño impreciso de escucharla hablándome de un mundo luminoso que me estaba esperando.
A veces me sentía formar parte de algo más, como si yo no terminara en mis propios límites, como si mi presencia se extendiera más allá del espacio en el que flotaba y repercutiera directamente en otro mundo desconocido para mí, pero del que me sentía formar parte integrante. Como si fuera capaz de trascender mi espacio y percibir en un más allá desconocido inimaginables influencias que produjera mi presencia, quizás presintiendo la grandeza de mi pequeñez, gota del mar inmenso, nota de la eterna melodía de la vida.
A veces, sentía que dentro de mí, escondía increíbles potencialidades aún por desarrollar, como si me hiciera consciente de ser un embrión humano que algún día podría expresarse en todo su esplendor.
Y sin saber cómo ni por qué, mi espacio se fue quedando pequeño. Ya no podía flotar, presentía que el final estaba cerca, que todo iba a acabar.
Aquellas intuiciones de espacios más abiertos se disipaban, todo se comprimía a mi alrededor… llegaba el fin.
Experimentaba dolor y miedo, una soledad infinita y el desconcierto de no saber que iba a pasar, hasta que la intensidad superó todos los límites y estos sentimientos desaparecieron para dejar paso a una plácida sensación en la seguridad de que no era el fin de nada sino el comienzo de algo.
Después un mundo de luz me recibía. Se cambió el agua por el aire que no sólo me envolvía, sino que invadiéndome por dentro desplegaba mis pulmones, hasta ahora sin usar y daba vida a mi voz.
Las intuiciones tomaron forma.
Un mundo de sonidos más nítidos, de colores más vivos, de espacios abiertos… infinitos, inabarcables, cargado de sorpresas, lleno de misterios por descubrir… El inicio y la continuación de la vida que se estrena y desaparece a la vez, en una continua creación, muerte y resurrección, aspectos distintos, facetas diferentes de la eternidad, del fluir vital que no tiene principio ni fin.
Y ahora voy creciendo en este nuevo mundo sorprendente y maravilloso, descubriendo siempre, admirándome siempre, experimentando, sintiendo…
Y a veces presiento que formo parte de algo más, como si yo no terminara en mis propios límites, como si mi presencia se extendiera más allá del espacio en el que me muevo y repercutiera directamente en un universo desconocido pero del que me siento formar parte integrante…
A veces me parece intuir el sonido de una voz cálida hablándome de amor y de un mundo luminoso que está esperando que yo lo descubra… allí hacia donde voy y de donde vengo.
A veces siento que dentro de mí escondo increíbles potencialidades aún por desarrollar, como si fuera quizás el embrión de un ángel que algún día podrá expresarse en todo su esplendor.