Un hombre resbaló en un precipicio, y quedó colgado agarrándose a una ramita de un árbol que crecía en la pared, desesperado pedía ayuda a Dios:
– Dios mío por favor ayúdame, haré lo que quieras, lo que me pidas, pero por favor ayúdame.
– Muchas veces me has pedido ayuda – contestó Dios – y siempre te la he dado, pero luego nunca haces lo que dices que vas a hacer, en seguida te olvidas de tus promesas.
– Esta vez te prometo que no me olvidaré, haré lo que me pidas de verdad, pero ayúdame, no me dejes aquí colgado, ¡por favor, por favor! ¡¡Ayúdame!!
– Está bien – dijo Dios – te ayudaré. Suelta la rama.
– ¡¿?!