En la soledad de esta habitación acogedora y segura siento el dolor del mundo, de los desahuciados, los bombardeados, de los que ven reducidos a escombros sus casas, de los niños desprotegidos, de los que viven en el miedo de ser descubiertos, de los deportados, de los que se ven obligados a dejar su tierra para ir a cualquier otro sitio y se encuentran con los muros y el rechazo… y me viene también el dolor de los que aprietan el botón y dirigen los misiles, de los que toman las decisiones, de los que las ejecutan, de los que construyen los muros y los que vigilan las fronteras, los que persiguen y castigan, los que rechazan y condenan… me vienen todos, me llega el miedo común latente a ambos lados de la alambrada, la inseguridad compartida, el dolor vestido con mil ropas distintas, escondido tras mil caras en esa herida profunda que oscurece la mirada.
Me llega el dolor que anda descalzo y sin techo y el que se esconde detrás de los uniformes y las corbatas, del que grita pidiendo ayuda y del que escucha y no sabe como ayudar. Me llega el dolor de la humanidad, de lo humano en toda su crudeza y solo puedo acogerlo, acogerlo, acogerlo … y hacer sitio en mi corazón para que quepan todos, para sentir el encuentro…
Sí, es verdad, estoy en esta habitación segura y confortable y es por eso que tengo una responsabilidad mayor, por eso en esta situación privilegiada, decido Amar y ofrezco mi corazón como lugar de encuentro.
Namasté