Hay un tiempo para crecer y un tiempo para madurar. Una cosa es el crecimiento y otra la transformación. Cada periodo de actividad va seguido de un periodo de descanso, de quietud.
Todo en la vida es así, tras un periodo de latencia estalla la vida y se expresa, crece, se manifiesta… para regresar de nuevo a otro estado de latencia.
El gusano sale del huevo que ha estado ahí desde el verano anterior y comienza a crecer, para ello tiene que comer, engordar, moverse para buscar hojas frescas, está siempre activo, está en fase de crecimiento. Pero llega un momento en el que seguir creciendo ya no tiene sentido y entonces se queda quieto, se aísla y en la inmovilidad se produce la transformación. Llega un momento en que realmente no hay nada que hacer, sólo confiar en el proceso de la vida, abandonarte confiadamente, recogerte dentro … y rendirte.
En el silencio, en la quietud, en el adentro se produce la transformación. El resultado de la transformación es la aparición de algo distinto, nuevo.
También nosotros pasamos por esas fases, podemos estar en fase de crecimiento, devorando libros, cursos, talleres… realizando prácticas…todo eso está bien y es necesario, pero llega un momento en que hay que pararse, quedarse en quietud, rendirse y en el silencio … dejar que la transformación se produzca.
