LA ACCIÓN LIBERADA

 

Siempre que nuestra acción tenga una finalidad distinta de la acción misma nos encadena.

            En el estado de conciencia actual, las acciones están encadenadas al ego. La mente crea objetivos que van encaminados a fortalecer la identidad mental. Esto que en su momento fue revolucionario porque era el comienzo de una nueva conciencia que proporcionó una cierta autonomía, es lo que en la situación actual nos aprisiona, porque genera una serie de condicionamientos que limitan y coartan nuestra expansión.

            La mayoría de nuestras acciones, buscan fortalecer el yo-mental, alimentarlo, satisfaciendo esa necesidad que tiene de “ser algo” y “ser más”, de afianzarse en el contraste, en la comparación, por eso nuestras acciones nos encadenan, porque dependemos del resultado para afirmarnos, yo soy válido, en tanto en cuanto mis acciones son exitosas, y mis acciones exitosas no me liberan, sino que me obligan a mantener ese nivel de “éxito” para seguir siendo válido y no caer en el desprestigio.

            La acción liberada surge del fondo y tiene sentido en sí misma, no está atada al resultado. Se produce cuando nos prestamos conscientemente a ser vehículo de expresión para que lo no-manifestado tome forma a través de nosotros. Ese acto de conciencia es una finalidad en sí mismo, independientemente de la forma que tome la acción.

            Para liberar nuestras acciones, tenemos que despersonalizarlas y así podrá  fluir la Vida sin condiciones, y llegará a nosotros desde el fondo, la palabra justa, el gesto adecuado, la acción correcta, sin filtros, sin condiciones, sin límites establecidos.

Nos prestamos sin reservas, nos rendimos conscientemente, permitiendo que la vida se exprese fluida y libre en cada momento.

Ya no hay una idea previa, rígida y preconcebida, sino una conciencia silenciosa que se renueva en cada instante, que sostiene cada movimiento. Una conciencia que se responsabiliza de las consecuencias de cada acción y con ellas genera y crea nuevas acciones.

Esa Conciencia no tiene nombre, no tiene historia, simplemente es lo que es ahora, es el fondo que sostiene toda expresión. Las expresiones se suceden, el fondo permanece estable.

Esto se traduce en que hay “intención” sin apego al resultado, es decir, los objetivos que nos marcamos no nos sacan del Presente, por el contrario, nos abrimos incondicionalmente al ahora tal y como es, y aunque siembre una intención, estamos abiertos a este instante, de manera que desconocemos el camino en todo momento, porque estamos en este paso que damos ahora y eso es lo único.

Cada paso nos mostrará las formas que contiene y a partir de ahí daremos el siguiente  que volverá a desplegar su originalidad desde la que daremos el siguiente, y aunque mantengamos la intención, no ponemos condiciones del “cómo” llegar.

La acción liberada es la que nos permite hacer por el gusto de hacer, esto nos lleva a entrar en otro orden de cosas, otra forma de funcionar que la mente no puede preveer ni controlar.

A nivel práctico podemos comenzar a ejercitarnos realizando actividades por el gusto de realizarlas sin más objetivo que la actividad misma, entregándonos sin reservas, sin buscar otra cosa que expresarnos en aquello que hacemos, muy conscientemente, para empezar a tener la experiencia de VIVIR por el gozo de VIVIR.

De «Detrás de la apariencia»

Esta entrada fue publicada en Blog. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario