En la montaña camuflado en el paisaje, discreto y silencioso hay un manantial. El agua brota como de la roca, por un pequeño resquicio, mana suavemente, un agua clara y cristalina formando una pequeña poza, como un remanso que fluye silenciosamente alimentando un riachuelo.
El agua brota… brota siempre, brota y se ofrece para calmar la sed, refrescar los pies cansados, lavar lo que está sucio, o simplemente para darse al riachuelo y correr montaña abajo hacia donde haga falta llenando de vida los sitios por donde pasa.
Brota independientemente de las circunstancias, sin exigir respuesta, sin buscar reconocimiento o agradecimiento, sin culpa por la sequía de otras zonas, sin frustración por no ser más caudaloso… brota, se ofrece y contagia…
Mirando el manantial pensaba: así ha de ser la alegría. Como el manantial la alegría brota de dentro y se ofrece, va empapando silenciosamente todo, suaviza los gestos, dibuja sonrisas, brilla en la mirada, aligera los pasos y alimenta una corriente invisible que como el riachuelo llega lejos a donde haga falta.
La alegría que mana de dentro es independiente de las circunstancias y lejos de trivializar la vida la llena de profundidad. Es una alegría que no se empaña con las lágrimas ni se enturbia con el dolor, una alegría inexplicable, sencilla, silenciosa, inaparente y poderosa.
La alegría no sólo es posible en este mundo, sino necesaria, tenemos el manantial dentro, fresco e inagotable, solo hay que destaparlo y para ello basta una sonrisa…. ¿Por qué no sonreír más? Sonreír conscientemente, cuando no pasa nada, al despertarse, al caminar…
La sonrisa es solo la puerta que da paso a lo intangible, pruébalo, sonríe ahora, sonríele a este día y mira a ver qué pasa.
Sonreiré más …….y veré qué pasa 🙏🏻
Muchas Gracias Mati por tus palabras inspiradoras y tu dulce sonrisa !!!
Carmen Gloria